El doctor Antonio Martínez explica el complejo proceso que nos permite ver y las dudas que planteó a Darwin sobre la evolución del ojo
Si hay un órgano en la naturaleza que presenta una asombrosa diversidad en tamaños, colores y formas, ese es el ojo. Charles Darwin, al desarrollar su teoría de la evolución, se enfrentó a grandes dudas sobre cómo un órgano tan complejo podía haber surgido por selección natural. El doctor Antonio Martínez nos acerca a la ciencia detrás de la visión y a las complejas estructuras que permiten que percibamos el mundo a nuestro alrededor.
La clave de la visión está en la retina, una capa situada en el fondo del ojo compuesta por más de 100 millones de células fotoreceptoras. Estas células, conos y bastones, contienen moléculas sensibles a la luz que desencadenan una reacción en cadena cuando un fotón las impacta. Este proceso activa una serie de moléculas dentro del fotoreceptor, provocando la apertura de pequeños poros en su membrana y generando una señal eléctrica que viaja al cerebro en cuestión de milisegundos, como nos ha explicado el doctor Martínez
Pero el ojo en sí mismo no “ve”. Su función es transformar la luz en señales eléctricas que son enviadas al cerebro a través del nervio óptico. Es en la zona occipital del cerebro donde esas señales se interpretan y se convierten en imágenes. Cada vez que parpadeamos, la retina se reactiva y pone en marcha este asombroso mecanismo en tiempo récord, permitiendo que nuestra percepción visual sea continua y precisa.
Desde un punto de vista evolutivo, imaginar que un órgano tan sofisticado como el ojo surgió por azar parece difícil de concebir, según señala Martínez. No solo es necesaria la retina, sino también una córnea transparente, cuya estructura de colágeno debe estar perfectamente ordenada para permitir el paso de la luz. La existencia del ojo sigue siendo uno de los mayores desafíos en el estudio de la evolución, un ejemplo de la asombrosa complejidad de la biología.