El emblemático castañero de Santo Domingo reflexiona sobre el cambio climático, que hace que haya menos días de invierno, y la evolución de la ciudad.

Esta tarde, Ángel González, el castañero más emblemático de León, ha visitado Manos Arriba para compartir su experiencia tras 45 años al pie de la locomotora en la plaza de Santo Domingo. Su trayectoria comenzó en el invierno de 1980, como complemento a su trabajo en un legendario merendero de la Candamia, la taberna de Los Pino. “En invierno no había mucho que hacer, así que unos amigos y yo decidimos empezar a asar castañas. Mi primer invierno fue frente a la Cafetería Iris y el Bazar Torres”, recuerda con nostalgia ángel.

Con el paso de las décadas, González ha sido testigo de los cambios en la sociedad y en el clima. Según explica, el alargamiento de los veranos y el acortamiento de los inviernos han afectado directamente a su actividad. “Ahora tenemos 72 días más de verano que en 1980, y menos días de invierno, lo que reduce la temporada para los castañeros. El cambio climático es evidente; yo ya nací con él y, lamentablemente, mi generación ha sido la que lo ha acelerado”, reflexiona. A pesar de las dificultades, sigue fiel a su oficio, llevando consigo el encanto de una tradición que resiste al paso del tiempo.

Además de compartir su visión sobre el cambio climático y la evolución de León, González destaca las propiedades de la castaña como alimento saludable y, con su característico sentido del humor, añade: “Un cucurucho de castañas no solo alimenta, también calienta las manos cuando hace frío”. Su historia es un homenaje a las tradiciones leonesas y un recordatorio de la importancia de cuidar el planeta para que sigan perdurando.

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