Hablamos con Álvaro Borge, jefe de la Sección de protección de la Salud del Servicio Territorial de Sanidad de León, para que nos explique más sobre el brote de triquinosis que ha surgido entre un grupo de cazadores, tras el consumo de una carne infectada.

La triquinosis se transmite de animales a personas. Es una enfermedad parasitaria y todos los mamíferos pueden ser susceptibles de tenerla, “aunque se asocia a los animales que comen carne”, señala el experto.

Es un parásito que se encuentra en el músculo de algunos animales. Se suele enquistar y si se consume ese músculo, esas larvas pasan al intestino, luego a través de los vasos sanguíneos y linfáticos, y se vuelven a enquistar en el músculo… Cuando una persona consume ese animal con esas larvas, en una carne sin cocinar o bien a través de embutidos, se infecta.

El brote que se está estudiando es un grupo de cazadores que consumen habitualmente carne de los animales que abaten y hacen embutidos. El contagio se ha producido a través del chorizo. Hay una normativa y unos controles para evitar estas situaciones, pero todo parece indicar que algo falló en el proceso. “Es lo que estamos investigando, porque o no se llevó la muestra al veterinario o la técnica no era tan sensible…”.

Borge aporta algunos datos; y es que, la OMS habla de “10.000 casos al año, a nivel mundial, de Triquinosis. A nivel europeo rondamos los 100 casos anuales. Es más habitual en países del Este, pero aquí alguno también se detecta. En animales parece poco frecuente. En 2020 se analizaron 55 millones de animales en España, y sólo tres cerdos dieron positivo. En jabalís es diferente. De unos 150.000 que se analizan al año, hace dos años hubo más de 400 casos de triquina. En animales de caza la triquina está. El tema es hacer más controles y con los jabalís hay que tener máximo cuidado”.

Los síntomas dependen de muchos factores, “la edad, el sistema inmunitario de la persona, la cantidad que se consuma infectada…”. Los principales síntomas son “diarrea, vómitos, dolor abdominal… Ahí las larvas están en el intestino y puede pasar desapercibido. A las dos semanas ya se nota fiebre, dolor muscular, reacciones de alergia… También puede haber síntomas más graves, que es menos frecuente, pero si los parásitos se ubican en el corazón pueden dar miocarditis, en el pulmón problemas respiratorios, y en el cerebro pueden provocar síntomas nerviosos y hasta la muerte”.

A los tres meses, “el parásito se enquista y desaparece, siempre que no haya habido síntomas más graves”. Hay tratamientos antiparasitarios para combatirlo. El protocolo pasa por informar en primer lugar a Sanidad. Se localizan casos probables y se les hacen pruebas y una serología para confirmar. También se activan los servicios de inspección para localizar todo el alimento”.