La campaña de incendios 2016 se cierra con una reducción importante de hectáreas quemadas

Sobrevuelan los incendios maniobrando un helicóptero en situaciones adversas, sorteando el humo, las llamas y las altas temperaturas, trabajando con rapidez para minimizar los daños del fuego que cada campaña arrasa con el paisaje leonés. Uno de los pilotos de helicóptero que trabaja en las tareas de extinción nos cuenta cómo es el día a día de un trabajo tan necesario como arriesgado.

El balance de la campaña de incendios 2016 facilitado por la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León arroja datos más positivos que en años anteriores: 1.767 hectáreas de superficie arbolada han ardido este año pasto de las llamas, un 56% menos de lo que era la media habitual en los últimos años. El número de hectáreas quemadas asciende a 9.733, también una cifra significativamente inferior a la de campañas previas.
La parte más desoladora de estas estadísticas habla del origen de los incendios. Tan solo el 6% se han producido por causas de origen natural, el resto ha sido intencionado.
La provincia de León concentra el 55% de los incendios que se producen en Castilla y León. Es una situación agónica que se repite todos los veranos y contra la que lucha, entre otros muchos profesionales, Juan Carlos García Rodríguez, piloto de helicópteros en tareas de extinción de incendios. Con él vamos a conocer el relato en primera de cómo se viven los momentos previos a un fuego forestal que nunca se sabe cómo va a acabar. Esta historia se ubica en dos bases aéreas: la de Sahechores de Rueda y la de Camposagrado.

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“Formamos parte de un equipo, aquí trabajamos muchas personas. Estamos en una base forestal donde convivimos con una brigada de incendios helitransportada y vives pendiente de una llamada de alarma que te da el aviso de incendio en algún punto de la provincia de León”.
Al igual que sucede en un parque de bomberos, la acción comienza cuando suena la alarma que da aviso de un fuego. “Cada persona tiene clarísimo qué es lo que tiene que hacer. En los helicópteros, en función de sus dimensiones, suele ir el piloto, un tripulante, un agente medioambiental de la Junta de Castilla y León y seis combatientes que trabajan en las brigadas de extinción en tierra”.
“Cuando llegamos al incendio, los primeros minutos son cruciales, marcan la diferencia entre un conato de fuego y un incendio. Intervienen muchos factores como la climatología, el terreno, la cercanía de un punto de agua…”.
Si hay que elegir, la prioridad es salvar las vidas humanas. A partir de ahí, las propiedades como casas o granjas, y cuando se han asegurado esos puntos se pasa a proteger el patrimonio natural y forestal.
Para cualquier persona ajena a esta profesión, puede resultar una vida dura y tensa, no apta para corazones frágiles. Juan Carlos García asume su rutina diaria con gran naturalidad: Tratamos de vivir nuestro trabajo con naturalidad: “tratas de mantenerte activo, practicar ejercicio físico, cuidad tu alimentación y disfrutar de tu tiempo de ocio; no estás pendiente de en qué momento puede sonar la alarma porque sería insufrible. Una operación de extinción de incendios con helicóptero es una de las más exigentes. Operamos con los pesos máximos brutos de despegue porque llevamos mucha gente y mucho equipo. Al llegar al incendio se pone la cosa tensa, tienes que buscar un sitio seguro para desembarcar a los miembros de la brigada y controlar todos los detalles que permitan que la operación se desarrolle con el menor riesgo posible”.
Una buena parte de los pilotos de helicópteros que trabajan en tareas de extinción de incendios proceden del ejército. También este ha sido el recorrido profesional de Juan Carlos García: “en las Fuerzas Armadas recibí mi formación y, tras muchos años de servicio, tuve que elegir entre mi trabajo y mi familia porque estaba embarcado en misiones durante muchos días fuera de casa. Al final surgió la oportunidad de incorporarme al servicio de extinción de incendios y afronté un reciclaje importante porque pasa uno de volar en aviación militar a la aviación civil y tuve que especializar mi formación en incendios. Hay habilitaciones o cursos de formación que te facilitan esta transición: primero de los modelos de helicóptero en los que vas a volar y luego la habilitación específica agroforestal para incendios. En este sector, las exigencias de la Administración Pública son tan elevadas que nos obligan a examinarnos y a seguir formándonos durante todo el año”.
Su trabajo es vital para impedir que el poder destructivo del fuego arrase con el patrimonio natural de nuestra provincia. Los miembros de extinción de incendios están acostumbrados a convivir con el fuego, pero ni aun así son capaces de asimilar las consecuencias desoladoras de un incendio: “para una persona amante de la naturaleza como es mi caso, es muy duro llegar a un entorno en el que sueles salir en bicicleta, o senderismo, y verlo arrasado por las llamas. Un fuego sabes dónde se inicia pero no sabes dónde acabará. Sobrevolar una zona quemada es desolador porque sólo ves un manto de ceniza, las varas de los robles peladas y todo el matorral calcinado…. Es muy doloroso”.
“No sé por qué motivo León tiene tantos incendios. No sé si hay intereses económicos detrás. ‘León es leonino’, así lo solemos definir, es una provincia que curte no solo por la cantidad de incendios, sino por las duras condiciones en las que desarrollas tu trabajo en materia de orografía y climatología”.