¿Son buenos para mejorar el rendimiento escolar? ¿Ayudan a la mejora del aprendizaje? 

 

Marta Herreras, psicóloga Clinica CL01823

Hace varios años la principal federación de padres francesa convocó una huelga de deberes. Consideraban  que eran “trabajos forzosos” fuera del horario lectivo, sin ninguna utilidad demostrada y que, en cambio, complicaban mucho su vida y la de sus hijos: conflictos, castigos, falta de tiempo libre…

 

El debate no es nuevo ni exclusivo de Francia. También en Estados Unidos, Australia, Argentina o España se cuestiona la conveniencia de los deberes y sobre todo se investiga su eficacia. ¿Son buenos para mejorar el rendimiento escolar? ¿Ayudan a la mejora del aprendizaje?

Dependiendo de la jornada escolar que tenga el niño, de su edad, del tipo de deberes que le pongan y del tiempo que le ocupen, los deberes pueden ser beneficiosos o por el contrario muy negativos.

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Uno de los objetivos de los deberes que los niños sean más autónomos en su aprendizaje. Que ellos solos puedan afrontar retos, resolver dificultades, solucionar dudas, pero si a lo largo de las horas lectivas el alumno no ha asumido las herramientas para poder hacerlo solo, el objetivo de los deberes se difumina. En este caso el niño no podrá poner en práctica en casa lo que no ha adquirido en el colegio, por lo que dedicará tiempo y esfuerzo en una tarea en la que seguramente fracasará.

¿Cuántos y qué deberes?

El ideal es que los deberes ocupen poco tiempo para que los niños puedan realizar otras actividades. Además, deben ser personalizados, es decir, adecuados a las necesidades de cada niño. Si no es así, los deberes acaban siendo una carga para los padres o para academias y profesores particulares, con lo que dejan de tener sentido.

Respecto a cuántos deberes, una buena referencia puede ser la regla de los diez minutos establecida por la Duke University, en Estados Unidos, que consiste en comenzar con diez minutos diarios en el primer año de escolaridad obligatoria e irlos incrementando en otros diez minutos por curso, hasta llegar a los 120-150 minutos en los alumnos de bachillerato, aunque la realidad nos indica que es  difícil hablar de reglas generales porque hay niños que no necesitan hacer deberes en casa y otros que precisan que alguien les ayude.

El papel de los padres

Una de las líneas de este debate está, precisamente, en el papel de los padres ante los deberes. Si éstos conllevan mucho tiempo limitan las actividades familiares y pueden ser el origen de numerosos conflictos en casa. Por otra parte, en ocasiones los padres se ven obligados a presionar o castigar a los hijos por este tema.

Además, son muchas las voces que se alzan en contra de las tareas escolares por considerarlas discriminativas y ser el germen de serias desigualdades. Con los deberes, se traslada a los padres una responsabilidad que en muchas ocasiones no pueden asumir, unas veces por falta de tiempo, otras por falta de preparación y, lo que suele ocurrir es que aquellas familias que pueden permitírselo, sustituyen esta ayuda pagando un refuerzo escolar que no todas las familias pueden asumir. Lo que resulta paradójico es que los buenos alumnos no necesitan actividades de refuerzo y, a los que les vendrían bien, si no reciben ayuda externa no les sirven.

Lo que sí nos debe quedar claro, al margen del debate, es que el papel de los padres nunca ha de ser sentarse a hacer los deberes con su hijo ni explicarle contenidos, sino crear el clima adecuado para que desarrolle el hábito de hacerlos, demostrar interés por sus tareas y promover que el niño asuma sus responsabilidades, cuestiones que no requieren una alta formación académica de los padres.