Según los seguidores del diseño inteligente, el ojo es ejemplo de una complejidad irreductible

Tal y como nos explica el doctor en Medicina y Oftalmología, Antonio Martínez, la complejidad irreductible se define como aquel sistema individual, compuesto de varias partes coordinadas que interaccionan para desempeñar una función básica, y que de eliminarse alguna de las partes, perdería su función. De esta forma, estas complejidades no pudieron evolucionar de forma natural, puesto que sería necesario que todas las piezas surgieran a la vez y ya coordinadas.

Para explicar esto, Martínez pone como ejemplo la córnea, ya que es “la primera lente que tenemos en el ojo y es transparente, y es algo fenomenal, porque es transparente y esta hecha del mismo material que la esclerótica (parte blanca del ojo) que es absolutamente opaca”. Lo que hace que la córnea sea transparente es ” la estructura de cómo está organizado el colágeno de la córnea y de la esclera”. Además, tiene una curvatura “perfecta que permite hacer la convergencia de los rayos y que la luz enfoque en la retina”.

Añade también que la córnea “al no poder tener vasos sanguíneos porque si no sería opaca, se alimenta de la lágrima y del humor acuoso y sirve para nutrir y oxigenar las estructuras del globo ocular” En conclusión, se trata de un mecanismo perfecto que tuvo que ser diseñado de forma inteligente, bajo un propósito.

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