¿Taquicardias, irritabilidad, fatiga, desmotivación o lumbalgia? No hay duda, estás pasando por el síndrome postvacional.
Empezamos un nuevo curso en Manos Arriba y lo hacemos con la mejor actitud posible, guiados por Marta Herreras, especialista en psicología clínica y colaboradora del programa. La vuelta a la rutina, a los horarios, el trabajo, los estudios o las responsabilidades pueden pesar como una losa tras el descanso estival.
Los expertos hablan del síndrome postvacacional como una pequeña alteración de nuestro estado físico y/o anímico que se produce cuando regresamos a nuestras ocupaciones cotidianas una vez finalizado el verano.
Marta Herreras nos detalla la sintomatología física y psíquica de este síndrome que no debe ser considerado una enfermedad. Algunos indicios que nos pueden indicar que estamos padeciéndolo pasan por taquicardias, mareos, sensación de ahogo y dolores musculares. A nivel interno, podemos encontrarnos más irritables, con cierta sensación de tristeza o decaimiento, falta de concentración, apatía, fatiga e incluso insomnio.
El llamado síndrome postvacacional no debería alargarse más allá de una o dos semanas. Si los síntomas persisten en el tiempo, deberemos visitar al especialista porque podríamos encontrarnos ante un trastorno adaptativo.
A pesar de que la sintomatología es similar en niños y adultos, la forma de expresar sus efectos difiere mucho. Así como los más pequeños optan por el llanto, las rabietas o pataletas, los adultos nos mostramos más ariscos y abatidos. La situación se agrava si el ambiente laboral, social, doméstico y/o económico en el que nos movemos a diario no es del todo favorable.
Para encarar el aterrizaje a la normalidad, Marta Herreras nos ofrece algunas claves: regresar un día antes de las vacaciones para poder deshacer maletas y adaptarnos a la vuelta con calma; normalizar los horarios cuanto antes; de vuelta al trabajo, dedicar un tiempo a priorizar objetivos para evitar intentar hacer todas las tareas pendientes a la vez; dormir bien; y, fundamental, encarar este cambio con una actitud positiva.
Empezamos un nuevo curso en Manos Arriba y lo hacemos con la mejor actitud posible, guiados por Marta Herreras, especialista en psicología clínica y colaboradora del programa. La vuelta a la rutina, a los horarios, el trabajo, los estudios o las responsabilidades pueden pesar como una losa tras el descanso estival.
Los expertos hablan del síndrome postvacacional como una pequeña alteración de nuestro estado físico y/o anímico que se produce cuando regresamos a nuestras ocupaciones cotidianas una vez finalizado el verano.
Marta Herreras nos detalla la sintomatología física y psíquica de este síndrome que no debe ser considerado una enfermedad. Algunos indicios que nos pueden indicar que estamos padeciéndolo pasan por taquicardias, mareos, sensación de ahogo y dolores musculares. A nivel interno, podemos encontrarnos más irritables, con cierta sensación de tristeza o decaimiento, falta de concentración, apatía, fatiga e incluso insomnio.
El llamado síndrome postvacacional no debería alargarse más allá de una o dos semanas. Si los síntomas persisten en el tiempo, deberemos visitar al especialista porque podríamos encontrarnos ante un trastorno adaptativo.
A pesar de que la sintomatología es similar en niños y adultos, la forma de expresar sus efectos difiere mucho. Así como los más pequeños optan por el llanto, las rabietas o pataletas, los adultos nos mostramos más ariscos y abatidos. La situación se agrava si el ambiente laboral, social, doméstico y/o económico en el que nos movemos a diario no es del todo favorable.
Para encarar el aterrizaje a la normalidad, Marta Herreras nos ofrece algunas claves: regresar un día antes de las vacaciones para poder deshacer maletas y adaptarnos a la vuelta con calma; normalizar los horarios cuanto antes; de vuelta al trabajo, dedicar un tiempo a priorizar objetivos para evitar intentar hacer todas las tareas pendientes a la vez; dormir bien; y, fundamental, encarar este cambio con una actitud positiva.