Hablamos con las audiólogas Bea García y Raquel López, del Centro Auditivo Oírnos con motivo del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido

El ruido se define como “un sonido inarticulado sin ritmo ni armonía, confuso y por lo general molesto y desagradable, por eso, con más motivo tenemos que tener en cuenta que una larga exposición será perjudicial”, relatan los profesionales, dejando claro que “hay muchos trabajos que están expuestos al ruido, por lo que es recomendable utilizar tapones adecuados a cada profesión, para amortiguar ese exceso de decibelios”.

Ambientalmente, lo ideal sería vivir en una zona donde no se superaran los 65 dB, “pero esto no pasa, y menos en España, que es uno de los países más ruidosos. Nos tendríamos que concienciar y utilizar protecciones, porque socialmente no lo estamos”.

Las audiólogas agregan que “antes había más espacios abiertos, más campo… Después, cuando se migró para las ciudades, empezó más el ruido en todo ese ámbito de industria, y ahí no había tanta conciencia. Todas esas personas que han vivido esto lo estamos viendo ahora”.

En el caso de los jóvenes también “habrá cada vez más problemas de audición, por lo que tendrán que hacerse revisiones y evitar el uso excesivo de los cascos”.

Las profesionales insisten en que además de los tapones hay otras recomendaciones para evitar o al menos minimizar estos problemas. Gestos sencillos como bajar el volumen de los dispositivos pueden contribuir a paliar las consecuencias del exceso de dB. “Es intentar evitar los ruidos de más de 70-80 dB, porque a partir de ahí ya empieza a afectar al oído, pero a la larga, y ese es el problema, porque la gente no se da cuenta. Además es indoloro. Pero no sólo es eso, es que la exposición continua a ruido crea también situaciones de estrés…”.

Las discotecas llegan hasta 120 dB, y eso es “una burrada. Cuando llegas a casa tienes un tinnitus o acúfeno (pitido en el oído), que es consecuencia de la fatiga auditiva”.

En lo que respecta a la exposición del día a día, García y López sostienen que “lo mejor es que si vivimos en la urbe de diario, el fin de semana optar por el campo a respirar esa paz y ese sonido más natural”.

Una persona con severa pérdida de audición tiende a aislarse, y eso “hace que cognitivamente vayamos hacia atrás, porque somos seres sociales”. Y esto no es solo en personas mayores, sino que las audiólogas presencian cada vez más casos de gente joven.